En los últimos veinte años Internet y las TIC han cambiado la manera en que las personas se relacionan unas con otras, trabajan, se entretienen e incluso la forma en que los sujetos transitan los procesos de enseñanza/aprendizaje. En la actualidad se están utilizando, además, en el espacio público y en el espacio físico de la ciudad y las consecuencias son muy profundas: Internet es hoy una infraestructura económica y social.
El desarrollo de aplicaciones inteligentes donde las "cosas" (autos, electrodomésticos, tecnología que se utiliza en salud, en educación, en cuidado del ambiente) interactúan entre ellas y con las personas, propone esta nueva Internet: la de las "cosas", los servicios y la infraestructura.
La posibilidad de contar con redes más rápidas, flexibles, con buena calidad de servicio que cumplan con la demanda de personas y máquinas con nuevos contenidos, aplicaciones y servicios, es realmente una evolución de Internet en tanto catalizador destinado a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Es por ello que "Internet del futuro" excede la dimensión tecnológica: esta incidencia de "la Red" en el cotidiano también es una interpelación a pensarla desde una dimensión económica, social y aún ética.
Es, en definitiva, aquello que Kevin Ashton definió como "Internet de las cosas" (Internet of Things, IoT) en el Auto-ID Center del MIT (Massachusetts Institute of Technologies) en 1999, como "un sistema en que Internet se conecta a objetos físicos mediante sensores ubicuos" y que ha comenzado a ser parte de lo cotidiano: la sincronización de los datos y la información generada en tiempo real por estos objetos, que pueden ser desplegados en la ciudad como los que las personas llevan consigo por ejemplo en sus teléfonos inteligentes, junto con el contenido generado por los propios usuarios/ciudadanos, permiten disponer de múltiples formas de recolectar información sobre las ciudades y así entender las cuestiones propias de ellas de una manera diferente, en un contexto local.
La posibilidad de obtener información de las comunidades y de cada miembro individual ofrece un conocimiento "aumentado" (en el sentido de un conocimiento amplio y profundo) de las ciudades y la habilidad para responder a ello, abriendo nuevos escenarios que permiten pensar y llevar adelante soluciones con base tecnológica que sean socialmente pertinentes a las necesidades locales.
"Internet de las cosas" es la columna vertebral que sostiene la interconexión de objetos físicos. En este escenario, las redes de sensores inalámbricos (Wireless Sensor Network, WSN) constituyen actores claves de las mismas. Sin embargo el desarrollo tecnológico actual no permite una fácil integración con las redes móviles por la falta de estandarización de protocolos y fundamentalmente por no contar con un modelo de red. El análisis de tráfico en dichas redes permitirá proponer un modelo de red apropiado en el marco de IoT (Zorzi M. et al 2010).
Finalmente, Internet de las Cosas" (IoT) se convierte en el soporte necesario para desarrollar ciudades inteligentes o sensitivas que pongan su foco en el ciudadano, que propicien un entorno urbano más inclusivo, diverso y sostenible, promoviendo la innovación abierta y colaborativa.
Ciudades digitales: sostenibles y verdes